viernes, 11 de junio de 2010

ECCE HOMO II, en Guayaquil

En la Alianza Francesa de Guayaquil

MIÉRCOLES 16 DE JUNIO, 19h30

Presentación del libro “Ecce Homo II”

de Cristian Avecillas

Intervendrán junto al autor, como presentadores,

Marigloria Cornejo y Fabián Darío Mosquera

Auditorio de la AF Principal (Hurtado 436 y José Mascote)


Entrevista de Fabián Darío Mosquera

En torno a la presentación del libro ECCE HOMO II

Miércoles 9 de junio de 2010

1 En este libro, asistimos a una suerte de repaso por diversos arquetipos de hombre, algunos ya establecidos (el homo faber, por ejemplo), otros, elaborados poéticamente por ti. Desde la perspectiva que planteaba Max Aub cuando decía que escribir es recién buscar lo que se quiere decir, ¿es este libro una búsqueda íntima de codificar la humanidad utópica de tus anhelos?

Pienso que cuando un escritor escribe la palabra “rosa” no la busca, la diseña. Escribir “rosa” es también significar todas las rosas. Escribir “verano” es conseguir un verano para el otro. Por eso es necesario escribir. La rosa siempre va a ser rosa, pero adentro del poema, junto al verano y bajo el hombre, va a obtener otro color. Entonces, se escribe lo que se conoce no lo que se busca porque el acto poético termina en el otro, no en lo que buscamos como escritores -para eso, la vida- sino en lo que el lector consigue cuando termina el acto. Por eso al escribir rosa no busco la rosa, sino su floración, su posibilidad en el otro, ya sea el otro el poema o el lector.

Estamos hablando de religión aquí. Y hay dos formas de vivir esta religión: la primera es ensanchando el templo y la segunda, destruyéndolo. Y tanto ensanchar como destruir son actos de fe. Eso es escribir: no un devaneo, no una búsqueda, sino una certeza, una fe. Fe que termina, y que a la vez renace, en el otro: el verano es también la rosa.

En cuanto a mis anhelos, como hombre tengo muchos, pero como escritor, como alguien que vive un sacerdocio, más bien tengo intenciones y actos. Mis utopías, como en todos, pueden ser muchas, deben ser muchas, y es tarea urgente que las utopías sean muchas, es tiempo de recuperar las subjetividades. Por eso te decía que estamos hablando de religión aquí. Por eso en este libro escribo el hombre.

2 En este sentido, también, volvemos a la tensión erótica y amorosa entre hombre y mujer, en función de construir un todo en el poema (algo frecuente en tu obra). Poesía sobre el oficio de hacer poesía. ¿Dónde encuentras tus nutrientes poéticos elementales, más substanciales, dentro de la vida, de la cotidianeidad?

La comprensión de un poema es una de las más arduas tareas que puede experimentar un ser humano; la interpretación es otra cosa, pero estar inteligentemente adentro de un poema es tan arduo y tan verdadero que es posible hallar la vivencia: por un momento estás adentro de lo bello, adentro de lo que nació fugaz y que, milagro, ante ti es un objeto imperecedero. Ante esto, creo que hay que ser humildes para permitirse la experiencia, en el sentido de que el hecho de saberse, como lector, el destinatario de una trasgresión, de una cosmogonía o de una ciencia, implica necesariamente una pregunta: ¿para qué? De ahí nacen todas las responsabilidades, de ahí, las vocaciones: patrias, filosofías, humanismos, revoluciones.

Por eso, como poeta, creo que debo existir haciendo poéticas; y si alguna permanencia me es posible no será para mí, sino para el otro, al cifrarlas, al vivirlas o al negarlas.

En cuanto a aquella tensión amorosa que suscribes, digo lo siguiente. La mujer es lo que me incumbe, no solo por preferencia humana, sino por decisión poética. Aquí volvemos nuevamente a la religión: yo pienso a la mujer, en español, como un lugar oscilante en donde entra y sale la poesía, como un lugar siempre ajeno en donde la ficción permite la paranoia o el reposo; es decir, pienso a la mujer en español como aquel templo que mencioné hace un instante; templo que podemos, hombres, ensanchar o destruir.

En parte de mi obra digo eso, que la mujer necesita independencias y poemas; por eso algunas, confundidas, buscan evangelios, por eso otras, cortejadas, se enamoran.

Según nuestro Juan Montalvo la institución verdaderamente sabia sería la siguiente: que las mujeres escojan a sus cónyuges. Esto obligaría a los hombres a la valentía, al ingenio y a la belleza: y los hombres “siempre tenderían a las virtudes y a la perfección moral”. También nos recordó que Pedro El Grande “civilizó por medio de la mujer: esta, esta es su gran obra, su obra maestra”. Esto quiere decir que hacer humanidad es permitirle a la mujer pensar y hacer la humanidad como mujer.

Esto, creo, acaecerá en Ecce Homo II, cuando el lector se encuentre con el poema Homo politicus, que es donde, por primera y única vez, se construye un “nosotros”. Para mí la vida cotidiana es eso, pues me circunda una ética plural en donde ejerzo, o trato de ejercer, el día como si estuviera adentro del día; ese poema. Eso quiere decir que todos los días leo, quizás solo un poema, pero leo y leo adentro. También puedo estresarme, pero el estrés puede ser un nosotros. Además, la anécdota dirá que una mujer me acompañaba mientras tanto, y que al final del día, quién sabe, hizo poesía o delinquió.

3 Con este libro obtuviste el César Dávila Andrade, uno de los premios de poesía más importantes del país, ¿qué significan los premios para ti? ¿qué importancia tienen para el poeta?

Hay que ganar premios, hay que ser favorecido por un jurado, hay que obtener cierto efímero pero público reconocimiento sobre lo que se está haciendo. Si no lo ganas tú, lo va a ganar otro. Claro, esto acarrea envidias, prejuicios y otras prosas, pero si hay obra digna, hay que concursar. El peligro está en la falsa modestia o en la vanagloria. Hay quien anhela un premio para justificar su escritura, cuando en realidad es al revés, el premio es consecuencia: no hay que escribir para concursar, hay que concursar ya que se escribe.

Se debe considerar lo siguiente: no es lo mismo hablar como poeta que como premio nacional de poesía ante un editor. Además, obtener un galardón significa que un jurado garantiza a un lector hipotético que el libro es digno de ser leído. Por último, los premios publican las obras ganadoras, y en este tiempo hay demasiadas antologías, todas incompletas, y pocos libros de poesía.

Sin embargo, ya llegará el momento en que todos los escritores hayan ganado un premio; eso va a ser doloroso y falaz. Empero, hasta hoy, el premio César Dávila mantiene su prestigio y su vigencia y va a seguir dirimiendo nuestra literatura y tamizando nuestro patrimonio poético; por eso, muchos de los poetastros de hoy tardarán mucho tiempo en obtenerlo.

4 En qué estás trabajando actualmente.

Precisamente por haber obtenido un premio, en este caso internacional de dramaturgia, me vi impelido a comprometerme de lleno con el teatro. Alguna vez sentí el llamado de la vocación, pero ya que la poesía demandaba tiempo y vida, tuve que postergar mi respuesta hasta estos días. En Argentina, con la actriz Estefanía Solórzano, fundamos Teatromiento, y ya hemos presentado Funeraria Travel en varias ciudades y países. Hoy estamos dedicados a perfeccionar la obra, a pulimentar detalles técnicos, y pronto tendremos nuevas presentaciones que cumplir y nuevos públicos que conocer.

Pero mi trabajo ocurre de manera poética y extraña. No dentro del resarcimiento de las remuneraciones, sino en la ofrenda, en el tequio. Es así como soy responsable de intercambios poéticos con otros lares y otras voces; y es así como también me dedico al periodismo o a la investigación. Pero sobre todo, sigo escribiendo. He terminado algunos poemarios y algunas voces desde que terminara Ecce Homo II en el 2008.

5 ¿Cuál es tu perspectiva de la poesía actual ecuatoriana, de sus discursos, líneas estilísticas y su solvencia cualitativa?

Ser juez y parte es siempre delicado. Yo soy parte de la actualidad de la poesía ecuatoriana, y esta pregunta requiere alejarme de tal condición. Lo intentaré:

Creo en la poesía ecuatoriana. Creo en ella precisamente porque soy parte de ella. Milito ahora, escribo ahora; y conozco desde adentro a quienes están haciendo poesía con rigor técnico y convicción de oficio.

Sin desviarme mucho de tu pregunta, es necesario responder cuantitativamente. Dar nombres sería dar halagos y esa no es mi voluntad; pero en el Ecuador de hoy existe una constelación de voces importantísimas, maduras, que tienen proyección internacional y que, es más, deben ser proyectadas internacionalmente como orgullo patrimonial de todos los ecuatorianos. No son muchas estas voces. Entre 30 y 40 años, diría que hay 8, menores de 30, yo diría que son 4; pero son voces trascendentales, voces latinoamericanas, voces de heredad. Puedo equivocarme en el número, por eso cuando alguien más lo demuestre con poesía, me corregiré.

En cuanto a temáticas, no te hablaré de aciertos, pues dar con ellos es don del lector en su intimidad, te hablaré de lo que percibo como amenazas para la poesía de hoy. Hay poetas que solo encuentran poética en lo contingente de sus propias vidas. Eso es grave. Varias voces se dedican a hablar de despilfarros y malicias y lo que logran es contaminar la página y las horas. Hay otras voces que en cambio se dedican a ornamentar narraciones, a describir situaciones, a hacer cine con poesía. Eso también es grave, pues tanto la ideologización como la descripción son el enemigo. Hölderlin ya decía “ni describir ni aleccionar”. Hay voces que no le tienen ningún recelo al idiolecto. Y hay otras que trazan una precaria línea efectista del humor negro, luego dicen que han hecho un verso y se celebran. Sin embargo, el mayor peligro es la inmediatez, madre de la bisutería.

Lo bueno es que los poetas, los verdaderos poetas “no comen cuento”. Quienes leen poesía saben a ciencia cierta quiénes hacen poesía y quiénes no. Lo malo es que los mercaderes de poesía le hacen un daño terrible al público masivo, son como comerciales de televisión que se repiten para posicionar marcas, y el público puede confundirse y quedarse con las marcas.

Sin embargo, en la historia de nuestra literatura no entrarán. La historia de la literatura es y será hecha por estudiosos sensatos, hombres y mujeres de infatigable lectura que difícilmente se dejarán convencer por pirotecnias y propagandas. Hablo de gente que sabe que las antologías son solo muestrarios y dedican su tiempo a leer libros de poesía y no catálogos.

lunes, 12 de abril de 2010

He aquí el hombre, con nosotros

LA HORA DEL HOMBRE
(fragmento)
por: Jorge Dávila Vásquez

Texto de presentación del libro ECCE HOMO II,
Jueves, 8 de abril, 2010, 17:00
Auditorio César Dávila Andrade, Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación
Universidad Estatal de Cuenca,
Cuenca, Ecuador


Con el libro ECCE HOMO II, que presentamos en esta tarde, el poeta quiteño Cristian Avecillas, nacido en 1977, se hizo acreedor, en 2008, al premio único del VI Concurso “César Dávila Andrade”, que convoca el Encuentro sobre Literatura Ecuatoriana “Alfonso Carrasco Vintimilla”, organizado por esta querida Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación.

Previas a una panorámica del poemario, he aquí dos constataciones:

Primera, el escritor pertenece a ese conjunto de creadores treinta añeros, cuyo trabajo literario está en plena etapa productiva, que constituyen ya una nueva generación o grupo humano, que comparte ciertas afinidades estéticas y humanas, y que significa el relevo de la que podríamos llamar la generación del setenta, integrada por aquellos escritores que nos dimos a conocer en los primeros años de la década o cuando ésta mediaba.

Segunda, los autores de este período cuentan no solo con una serie de reconocimientos, algunos de carácter internacional, sino también con importantes publicaciones que constituyen el nuevo patrimonio literario del Ecuador de hoy.

Esto subraya que el importante concurso “Dávila Andrade” -digno colofón del mayor de los simposios sobre nuestras letras que se dan periódicamente en el país- ha reconocido en ésta y en oportunidades anteriores, producciones que tienen un sitio en el contexto literario ecuatoriano y cuyos autores se constituyen en nombres claves dentro del panorama de nuestras letras.

Centrándonos en el libro de Avecillas, lo primero que llama la atención es su unicidad y calidad homogénea de sus composiciones. No se trata de una antología, que reúne algunas piezas de calidad y otras, menores, sino de un libro concebido con un sentido globalizante, como un todo, con un profundo y parejo desarrollo de las composiciones y un parecido aliento lírico en la mayoría de piezas.

El poeta -generador de textos teatrales, ensayísticos y de una vasta investigación sobre la personalidad de Edmundo Ribadeneira, uno de los gestores culturales más trascendentes de su tiempo- divide su poemario en cuatro secciones, que responden a subtítulos latinos, que se podrían traducir más o menos como: El hombre antecesor, el prosaico, el dramático y el poético. (...)

Como ustedes habrán podido apreciar, se trata de una categorización arbitrariamente poética, pero que abarca la humanidad entera en sus relaciones interpersonales, cifradas, especialmente, en los vínculos de pareja, y sus contactos, de larga data histórica, con el verbo y con el cosmos; y el estupendo conjunto de visiones de un hombre que es muchos y al mismo tiempo uno solo, elaborado con una fuerza que, a ratos, nos remite a los textos genésicos de la Biblia; con una intensa vitalidad y una estupenda orfebrería del lenguaje, como las que se perciben en cada uno de los ejemplos citados, o en estos versos con los que cierro este breve abordaje:

“¿Sentirá la tierra en este instante que tu cuerpo está iniciando una poesía? / ¿Sentirá la tierra tus instintos?”

Esto es poesía, y no admite más palabras, porque ya en ella, lo que toca a su tema, está perfectamente dicho, como en toda obra notable, que se construye desde las canteras del saber, de las más intensas tradiciones de la palabra, del cuerpo, y de los sueños.